lunes, 9 de diciembre de 2013

Siempre hay un momento así.

Cuando entré a la habitación tenía ganas de huir. No tenía ningún sitio a donde ir y por eso fui allí. Quizás no me entendáis pero cada uno tiene un lugar en el cual se siente agusto, disfruta y se desahoga. Cuantas broncas, cuantas lágrimas, cuantos deseos, cuantos secretos habrán escuchado mis paredes. Esas siempre estarán a mi lado y nunca me harán daño. A través de ellas me sentía protegida, era como si nadie pudiese pasar a través de ellas. Otro día más pasaba de mi vida, quizás más malo de lo que pensaba pero sabía que lo iba a superar.  
 Al fin y al cabo todo en esta vida tiene solución, pero ¿crees que en ese momento pensaba eso? la rabia recorría mi cuerpo y cada vez parecía más nerviosa. Mi pierna no paraba de moverse, otra señal de nervios. 
Empezaba a notar como las gotas estaban apunto de salir, yo hacía fuerza para que el exterior no supiera que realmente estaba mal pero el dolor me pudo. 
En ese momento no había nadie que me pudiera alegrar y mucho menos quitarme el pensamiento de aquel momento.
La autoestima que tenía días atrás, esa positividad,se esfumo como el humo. No veía nada positivo,ni si quiera mi futuro. 
En esos momentos, sinceramente no sé ni lo que quería. A veces necesitaba una persona que estuviera a mi lado para apoyarme pero al cabo del tiempo lo pensaba mejor y la verdad es que no. 
Entonces fue cuando me cogió "la pataleta de niña pequeña" empecé a pegar al cojín con todas mis esfuerzas y seguidamente me acurruque en el suelo.

2 comentarios:

  1. Aunque no suela comentar las entradas, que sepas que me encantan, que escribes genial y que te leo, y bueno, que tienes un premio en mi blog por tu maravillosa forma de escribir jeje un gran salud :*

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  2. A veces, ni la compañía nos alegran...

    Me gustó mucho la entrada!! ^^

    Un beso! ;)
    http://myworldlai.blogspot.com.es/

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